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27Feb
Viajar a Marrakech durante el Ramadán
Muchas veces me pregunto si volvería a Marrakech durante el período del Ramadán. Sobre todo si el período de ayuno coincide con el calor del verano. La verdad es que no tengo una respuesta clara.
Yo gestiono el período del Ramadán como puedo. No soy musulmán y no tengo ninguna obligación de ayunar, pero sí que intento aceptar y respetar a los demás y por ello procuro no beber y comer delante de los marroquíes que siguen la tradición. Bebo agua cuando entiendo que no me mira nadie. No estoy haciendo nada incorrecto, pero comprendo que el esfuerzo que ellos realizan para respetar el ayuno en pleno verano es muy grande y vernos a nosotros beber puede generarles cierta ansiedad. Ellos niegan que les moleste que los turistas bebamos o estemos en las terrazas tomando algo, pero creo que lo hacen por cortesía.
La vida cotidiana en período de Ramadán cambia. Hay muchos bares y restaurantes cerrados al mediodía. Es normal si entendemos que ellos no comen ni beben hasta la señal del fin del ayuno diario. Sin embargo, quedan abiertos los que están claramente dirigidos a los turistas.
A medida que va pasando el día el ambiente es más tranquilo, la pesadez se instala en toda la ciudad. Es una sensación ambigua de pesadez y relajación. No pretendas hacer grandes compras, ni tener una agenda demasiado extensa, todo seguirá un curso lento. Y así debe ser.
Cuando faltan pocos minutos para la señal del fin del ayuno, los coches y las motos vuelan literalmente por las calles. Todos, todos corren hacia sus casas, a los bares, con los amigos, con la familia.
La sirena que indica la ruptura del ayuno es el principio de la noche mágica en Marrakech. Empiezan bebiendo un vaso de agua, zumos de naranja y preparan el estómago para la comida sólida. Unos dátiles sirven de aperitivo antes de acudir a la Mezquita para la oración “Al Maghrib”. Finalizada la oración, se reúnen en familia para comer en una mesa que ofrecerá de todo. Las mujeres han cocinado durante toda la tarde para ofrecer a su familia todo lo que puedan permitirse.
Ya con el estómago en condiciones, todo el mundo sale a la calle. Y entonces la magia de Marrakech se desborda por toda la ciudad. Los cafés en ebullición, las terrazas, las heladerías con las copas de helado más grandes que hayas visto y las tiendas seguirán abiertas hasta después de irte a dormir. Si el fresco de la noche acompaña, las noches de Ramadán en Marrakech son únicas. Todo el mundo sonríe, todo el mundo está realmente feliz y la noche se alarga más de lo habitual.
Después de tantos años viajando a Marrakech, sigo sin tener claro si el Ramadán es una buena época para visitar la ciudad. Sólo puedo decir que el viaje es diferente, ni mejor ni peor, pero os aseguro que no os defraudará.
Agustín Bustillo
El arte de regatear
Marrakech es un espectáculo a todas horas. Siempre se ha dicho que es una ciudad muy fotogénica y es cierto: en cualquier rincón puedes encontrarte con imágenes a las que estamos muy poco acostumbrados en el mundo occidental. Tampoco el tiempo pasa de la misma manera que en Europa. Comprar cualquier producto en la Medina puede llevar más de una hora entre que lo eliges y negocias el precio con el vendedor. Y el arte del regateo no es fácil.
Mónica es una experta en regatear. Verla en acción es un gran aprendizaje, aunque a los demás nos resulta difícil aplicar sus técnicas. Diez años visitando Marrakech dan para mucha experiencia. Uno de los trucos que utiliza es hablarles a los vendedores a su mismo nivel, algo que, ya de entrada, les descoloca: no están acostumbrados a que una mujer les hable así. “Hola Amigo” es la primera frase que les suelta y justo después: “cuánto por esto?“. A veces ellos quieren medir a la compradora que tienen delante: “Cuanto quieres pagar?“. Es arriesgado contestar a esa pregunta, porque ya les regalas una baza. Hay que esperar que digan ellos y es entonces cuando sale la Mónica-actriz: “Quéee?” No amigo, no, muy caro” y les ofrece una cantidad totalmente irrisoria. De 600 dirhams puede bajar a 100 dirhams. En ese momento el acompañante ya sabe que la negociación va para largo. Al final se quedará en 300 y un pequeño regalo de más, pero por el camino ella hará dos amagos de marcharse y, a veces, tendrá que soportar los gritos del vendedor. Ella no se arredra y grita más que él. Lo que os digo: todo un espectaculo y la gran prueba de fuego para la paciencia de un occidental.
Si vais a estar pocos días en Marrakech podeis probar, pero ya os advierto que no es fácil. Yo acompañé a Mónica durante dos días y al tercero quise intentarlo con un libro. Al ver que no conseguía la rebaja que quería, hice el amago de marcharme y mientras salía de la tienda todavía tuve tiempo de ver a la vendedora guardando tranquilamente el libro en la estantería. Resultado: me volví a casa sin él. De hecho, casi no compré nada durante mi viaje. Bueno, sí, unas botellas de aceite de Argán por las que no pude regatear ni un céntimo, pues estaba en una farmacia, y me aseguraron que allí no se regateaba.
Pero lo más difícil es saber cual es el precio justo. Seguramente el que te piden ya lo es, pero generalmente es un precio muy parecido al que pagarías en Europa por el mismo producto. Si estás dispuesto a pagarlo, adelante, no pierdes nada con intentar el regateo. Si consigues una rebaja del 20% seguramente ya te marcharás contento, pero tienes que saber que Mónica suele conseguir comprar los productos a la mitad de lo que le piden, aunque no siempre. Cuando tiene prisa, o mucho interés, el regateo dura menos, y la rebaja no supera el 20%. Por ejemplo, los cojines que veis en las fotos de la terraza de Riad Shukran costaron dos días de regateo: ella se fue y volvió al día siguiente, y pagó más de lo que tenía previsto. Casi no hacemos las fotos!
Es uno de los retos a los que os enfrentareis en vuestro viaje a Marrakech. Toda una aventura que puede resultar muy divertida o muy frustrante. Si seguís nuestro blog, os iremos explicando más sobre las compras en Marrakech.
Eva Gabarrós

01Feb
Marrakech, la ciudad de los sentidos
Viajar a Marrakech es una experiencia sensorial fascinante. Los colores, sabores y aromas que desprende esta ciudad al pie del Atlas te acompañaran desde el momento que aterrizas en el aeropuerto y hasta semanas despues de volver. Es una ciudad ideal para una escapada de tres o cuatro noches. Dedicada a descubrir los múltiples encantos que nos ofrece “la tierra de Dios”, que es lo que significa en árabe. Rebosante de exotismo, intensidad y tradiciones, su visita no te deja indiferente.
Marrakech es mi ciudad favorita y me gustaría explicaros cómo la descubrí, cómo me sedujo y porqué me enamoró. Y ya que estamos, orientaros en algunas recomendaciones y experiencias, en el caso que os seduzca el visitarla.
A menudo cierro los ojos y rememoro la primera vez que ví Marrakech. Aquel primer flechazo nació en el momento en que se abrieron las puertas del avión y lentamente fue colándose una agradable brisa primaveral impregnada de un intenso aroma que después entendí que es único y característico de esta ciudad. Nos alojamos en un precioso riad dentro de la Medina. Una pequeña joya palaciega con sabor a especias y decorada con un gusto exquisito, que nos recordó el cuento de las mil y una noches. Una experiencia que no hay que perderse.
A partir de aquí, hay que dejarse llevar. Es entonces cuando la ciudad se convierte en un pequeño milagro. La ciudad roja pretende seducirte y te pide que te entregues. Disfrútala, despréndete del reloj, abandona el mapa y lánzate a descubrir su magia recorriendo sus calles laberínticas.
La Medina te hará viajar al pasado unos 500 años. Te sentirás caminando por un paraje antiguo, salpicado de calles donde los burros transitan, las bicicletas pasan rozándote el brazo, donde las mujeres con sus djeelabas coloreadas llevan su pan a hornear, donde los niños juegan por todos los rincones, los gatos corren a tu alrededor, donde los artesanos trabajan el cuero, el hierro, los tejidos, las alfombras. Todo se brinda ante los ojos, como un rico y fascinate mosaico de colores, ruidos y olores rebosando vida. Una vida ausente de tristeza, pletórica de tonalidades y pasión.
Sin embargo, si tu espíritu embriagado ante tanto contraste y novedad decide relajarse, siéntate en alguna terraza, pide un té a la menta, y deja que el tiempo transcurra convirtiéndote en un espectador pasivo y contemplativo, escucha al muezzin llamando a la oración, observa a los hombres que se dirigen a la mezquita con sus alfombras al hombro. Abandónate a tus cinco sentidos y déjate embrujar con sus cantos.
Pero la imagen de Marrakech…es su plaza. La plaza Jema El Fna. Una imagen vale más que mil palabras, y esa sin duda, es la plaza. La mítica plaza medieval, cuyo nombre significa “lugar de los ejecutados”, fue declarada Patrimonio Oral de la Humanidad por la Unesco, en el año 2001. Rebosa actividad desde la mañana hasta la noche, pero es al caer la tarde cuando la plaza se viste de gala. A ella acuden escribanos, pintores, músicos, bailarines, encantadores de serpientes, domadores de monos, pitonisas, tatuadoras de henna y vendedores de zumos de naranja (por cierto, los más sabrosos que jamás hayas probado). La plaza siempre está llena de buscavidas, de gente que va y que viene, de gente que se detiene…. Es un lugar para descubrir, explorar y sentir la magia que envuelve este punto de encuentro, de partida y de despedida. Su magnetismo hace que acabes en ella cada noche.
Marrakech enamora sólo a quien tiene capacidad para mirarla con amplitud y desde el corazón. No es una ciudad normal, no es una ciudad fácil, porque no es una ciudad previsible, es una ciudad que vibra porque está viva, porque no permite ser dominada, es orgullosa y quien entienda su alma y la mire a los ojos, quien penetre en su esencia, no podrá mantenerse alejada mucho tiempo de ella.
Bienvenidos a la Ciudad de los Sentidos.
Mónica Torres